La Patologización de la Psicología

¿Estaremos buscando patologías en dónde no las hay?
Recordaba el otro día mi niñez pero desde el enfoque del profesional de la salud mental en el que me convertí décadas después, hacía memoria de mis compañeros de escuela y no logré distinguir ninguno que hubiera manifestado algún diagnostico o patología de esas que hoy son el pan de cada día: Trastorno del espectro autista (TEA), Trastorno Específico del Lenguaje (TEL), Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDA o TDAH), Trastornos sensoriales, Trastornos de aprendizaje, Trastornos en el desarrollo cognitivo y un sinfín de patologías que hasta hace unos años me habían sonado tan ajenas y desconocidas ¿Será que padres y maestros no hablaban tanto del tema? ¿Será que no había tantos casos? o más bien ¿Será que no le habíamos puesto un nombre tan rimbombante que a la postre se convirtiera en estigma?
Leía ayer un hilo en Twitter en donde una señora española muy enfadada relataba como de manera telefónica y tan solo después de 5 minutos de conversación, algún empleado del sistema de salud en su rama de atención psicológica le había prescrito 3 medicamentos controlados para contrarrestar los efectos de una depresión también diagnosticada en esos 5 minutos.
Y es que no es un tema de oponerse a la medicación tan necesaria en algunos casos, sin olvidar, por supuesto, que en México los psicólogos no están facultados para recetar medicamentos, es más bien un tema de estar buscando una manera express de aliviar cualquier síntoma sin escarbar más en las posibles causas, el mismo ritmo de vida nos dicta que las soluciones deben ser rápidas y antes de investigar mejor damos diagnóstico y hasta medicina en el caso psiquiátrico.
¿No será que estamos tratando de encontrar patologías en donde no las hay? eso sin olvidarnos de las etiquetas, esa tendencia muy del ser humano de encasillar a todos en un mismo sitio nada más por ser portadores de ciertas características y/o criterios ¿No será que estamos encontrando esos criterios en situaciones, conductas o problemáticas propias de una cierta edad o etapa de la vida?
No es justo, por ningún motivo, convertir a nuestros pacientes en estadística, reducirlos a un síntoma, minimizarlos a un diagnóstico, antes de cualquier conjetura o hipótesis médica, mental o científica debemos recordar que tras todo eso hay personas que comenzaran, posiblemente, a cambiar su vida en consecuencia de nuestro veredicto en forma de sentencia.
Del otro lado de la moneda están los diagnósticos oportunos que pueden derivar en atención inmediata y eficaz para mitigar y revertir, en muchos casos, los efectos y síntomas rapaces de muchos trastornos y sus comorbilidades. Muchos años de investigación por parte de las mentes más capacitadas en el mundo de la Psicología y la Psiquiatría ofreciendo al mundo avances comprobables en forma de un CIE 10 ó DSM 5 manuales que desde que ingresas al estudio de la salud mental te presentan como "La Biblia de los Psicólogos"
¿En dónde quedan pues todas esas páginas llenas de información? Depresión, ansiedad y otros síntomas de angustia emocional y mental se han vuelto tan comunes que literalmente están siendo institucionalizados. Lo que antes se consideraba una anomalía ahora se ha vuelto bastante normal. Deberíamos preguntarnos por qué es así.
Las tasas de aparición y crecimiento de afecciones mentales como resultado de la pandemia por COVID_10 son tan asombrosas que confirmarían la aparición de una epidemia, estos datos indican que lo que llamamos trastorno mental es, de hecho, bastante normal y empieza a parecer que el desorden es en realidad el orden.
Estoy sugiriendo que, en parte, es con la patologización de la experiencia humana estresante, pero normal, que estamos creando una cultura de la patología que nos ofrece que lo visto desde una perspectiva "vintage" como una experiencia normal de altibajos emocionales del ser humano, ahora se vería a través de la lente de la disfuncionalidad.
Cada desafío y sufrimiento tiene una etiqueta de diagnóstico pegada, y nos hemos convertido en un mundo de víctimas, tanto del malestar como de la patologización de lo que significa ser humano con virtudes y defectos. Dicho esto, no hay duda de que existen otros factores que contribuyen a este problema entre los que destacan a mi parecer los culturales y los económicos.
A veces, la vida simplemente presenta desafíos y luchas que, comprensiblemente, causan angustia. Sin embargo, cuando eliminamos los síntomas, invariablemente debilitamos la capacidad del individuo para hacer frente y crecer a medida que se habitúa a la medicación y se debilita en su propia capacidad para trascender su lucha.
Un diagnóstico se ha confundido con ser una entidad real. Un diagnóstico debe ser el mejor esfuerzo de un profesional para describir y resumir los desafíos y circunstancias de un individuo y correlacionar esa evaluación con su descripción en el DSM.
Los diagnósticos no deben confundirse con algo tangible, deben ser descripciones precisas con el propósito de una comunicación coherente sobre las circunstancias de una persona. El diagnóstico es una descripción, nuestro mejor intento por resumir la gran complejidad y las variables inestimables que asoma el padecimiento de un paciente.
Perdemos de vista la intención de describir más que de construir. Cuando la persona se convierte en el diagnóstico, perdemos la capacidad de ver que el pensamiento creó el diagnóstico, hizo una atribución de ese pensamiento a la vida humana y luego retrocedimos para negar todo el proceso.
By Federico Schuster