Pandemia Covid-19: Un gran maestro para la humanidad.
Hoy contabilizo 250 días desde que comenzó mi confinamiento, y no es que esté comportándome obsesivamente contando día por día, más bien acudí a la bitácora que comparto con una gran fracción de la humanidad, sí, esa bitácora que se encuentra en nuestros smartphones llamada redes sociales, haciendo swipe up en mi TL pude recordar día a día, en los que he publicado algo, lo que ha pasado desde mi perspectiva, realicé un recuento de lo que ha sido mi confinamiento y caigo en la cuenta de dos cosas: no ha sido fácil y que afortunado he sido.
Era incertidumbre y miedo lo que sentí en ese primer momento en que el COVID-19 nos dio el primer golpe, la información fluía en todas las vertientes, en otros países se veían ya los amargos estragos de la epidemia que a la postre y para aumentar el pánico llamaríamos pandemia, la gente corría a los supermercados a atiborrar sus carritos con papel higiénico, nadie entendía qué pasaba, comenzaban las teorías conspiratorias y anunciaban que nos querían controlar, que no hiciéramos caso, por parte del gobierno y las dependencias de salud había un total desbarajuste, mientras que a nivel federal nos decían que el cubrebocas no ayudaba en nada, a nivel estatal contradecían esa hipótesis, lo más congruente, me pareció, era seguir el instinto y las recomendaciones de los países que estaban inmersos en la fase de crisis.
Fake news por todas partes, algunas mencionando que con limón y bicarbonato se hacía un efectivo frente a la enfermedad, otras competían para dar a conocer los cubrebocas más eficientes, otras más querían linchar a los chinos por ocasionar esta debacle mundial y así cada segundo surgían memes, videos, cadenas de WhatsApp, noticias en la TV, en los periódicos, en las revistas y comentarios de amigos, vecinos, compañeros de trabajo, familiares y de toda persona con la que coincidieras personal o virtualmente.
Inevitablemente hubo quien tuvo que seguir asistiendo a su trabajo con todas las medidas de seguridad, en casa le tocó a mi valiente esposa, fue entonces cuando regresar a casa se convertía en una combinación de acto litúrgico con preparación de astronauta en la NASA, desinfectante, tapete, cloro, alcohol, lavado de manos era el pan nuestro de todos los días.
Nació en México Susana Distancia, personaje creado por el gobierno a manera de concientizar a la gente, caretas, guantes, marcas en el piso, acrílicos en todos lados te hacían sentir en una película futurista de invasión zombi.
Comenzaron los despidos, personas quedándose sin trabajo, micro y medianas empresas cerrando por no poder pagar la renta del local y los impuestos, mucho menos sueldos de trabajadores; la economía estaba herida gravemente, personas que vivían de brindar servicios directos y vender productos colapsaron.
Los juegos de mesa se desempolvaron, la creatividad surgió, TikTok nos acogió, todos experimentamos nuestras facetas cocinera y jardinera, todo con tal de no caer en la desesperanza.
Ir por víveres al supermercado se convertía en toda una oportunidad para admirar las calles por donde siempre pasaste y no prestaste atención y para lucir otra cosa que no fueran pantaloncillos cortos y chanclas.
Las escuelas tendrían que romper paradigmas y entrarle a la virtualidad, gran desafío, maestros acostumbrados a la docencia clásica ahora en cámara web teniendo que alzar la voz y pedir una y otra vez "sus cámaras prendidas" o "apáguenme sus micrófonos".
En casa parecíamos de esos peces que te venden en una bolsa para llevarlos a tu pecera, no sabíamos que hacer, había días difíciles, nuestros humores nunca se sincronizaban y mientras alguien estaba de buen humor otro buscaba pelea por ver quien lavaría los trastes.
La ingesta de alcohol aumentó y la producción de cerveza acabó, en México sufríamos por falta de chelas, se organizaban chats y perfiles de Facebook para saber dónde vendían, los precios aumentaron y las artesanales hicieron su agosto, posteriormente las cerveceras volvieron a surtir y el ánimo adicto se estabilizó.
Entre la curva que no se aplanaba y el semáforo en rojo nos estancamos, las noticias eran terribles, los muertos comenzaron a sonar y resonar, había tristeza, personas cercanas o no tan lejanas ingresaban a los hospitales y clínicas y no salían vivos, historias y videos escalofriantes comenzaron a circular, ese era el famoso Coronavirus, despiadado y microscópico enemigo que había mandado a su casa a la humanidad entera, y mientras tanto héroes que en lugar de capa portaban batas, luchaban encarnizadamente en contra de él, muchos no lo sabían pero esa lucha les costaría la vida.
Y dentro de esta imagen dantesca comenzaron las buenas noticias, el planeta se estaba curando, algunas especies eran vistas en calles de grandes urbes, las mismas que les arrebataron sus hogares originales, las playas lucían limpias y los mares, ríos y lagos recuperaban sus colores reales.
Hay un término utilizado en los grupos de autoayuda, sobre todo en los grupos de doble A (Alcohólicos Anónimos) y refiere a esos episodios o circunstancias en donde alguien "toca fondo" cuando ya no puede caer más bajo, momentos en los que se pierde la esperanza, autoestima, consciencia e inhibiciones, "fondear" le llaman, y en esta pandemia yo tuve mi "fondeo", un día, me desperté y con resignación salió desde lo más profundo de mi ser un "aquí vamos, otro día más" esa expresión fue escuchada por mi hija de 20 años quien repitió con una voz a manera de suspiro rendido "otro día más" y con ese simple hecho supe que estaba mal, que como líder moral o simplemente cronológico de mis hijos no debía acrecentar su ansiedad, desesperación y tristeza, debíamos cambiar y hacerlo ya.
Pasado el tiempo mis compañeros de encierro (mis hijos) y yo seguimos teniendo días malos, seguimos mostrando momentos de flaqueza emocional pero si hay algo que nos ha enseñado este cruel maestro llamado CORONAVIRUS es que ¡no está mal, estar mal! No está mal llorar, enojarse o sentirse triste, la pandemia nos ha dado para esto y más, el encierro potencializa las emociones y a veces no nos alcanza para mantenernos estoicos como sería requerido por la sociedad o el social media, es de humanos experimentar malos momentos, recordemos que no hay emociones malas solamente como las perciben algunas personas, lo malo está en instalarse en esas emociones.
En honor a esas personas que murieron y a los trabajadores de la salud, me parece que debiéramos cuidarnos y vivir la vida agradeciendo lo afortunados que somos al estar leyendo este texto, no por lo escrito sino porque eso quiere decir que seguimos vivos.
La pandemia por Covid-19 o Coronavirus ha sido un maestro excepcional, nos ha enseñado a no dar todo por sentado, a valorar a nuestros amigos y familiares, un abrazo, un beso, a saber que si tenemos un plato de comida y un techo donde resguardarnos somos muy afortunados, a actualizarnos en tecnología, a sorprendernos nuevamente al ver un pajarito, a celebrar cuando una planta florece o crece en una de nuestras macetas o en nuestro jardín, a pasar tiempo en compañía pero en esa compañía real sin celulares de por medio, a conocer cosas que desconocías de tus hijos y de tu esposa o esposo, a retomar ese libro que habías dejado en el buró, a eclosionar y ser resiliente.
A finales del año 2019, anterior a los primeros brotes de COVID-19 en China, el tema primordial para la OMS por su gravedad era la depresión; considerada ya como la segunda causa de discapacidad en el mundo y la primera en países en vías de desarrollo como México en donde causa más discapacidad que enfermedades crónicas como la diabetes, afecciones cardiacas o trastornos respiratorios.
La depresión es una enfermedad clínica que hace que el individuo se instale en contra de su voluntad en un estado constante de tristeza, melancolía y abatimiento; no es comparable con la tristeza que muchos hemos experimentado y el principal diferenciador es el tiempo.
La ansiedad es un estado que muchos hemos sufrido y es que es una respuesta normal y adaptativa que se presenta frente a amenazas reales o imaginarias y que tiene como meta preparar al organismo para reaccionar ante una situación de peligro.
Durante la pandemia estos miedos y peligros han aumentado y la ansiedad también, gran parte de la población mundial ha padecido ataques de pánico ante la incertidumbre sufrida, el miedo a la crisis sanitaria, económica, familiar, laboral o social ha hecho que mucha gente se vaya a pique.
Hace una década se auguraba que la ansiedad y la depresión fueran las enfermedades más presentes y más letales de este 2020 a nivel global, ahora imaginémonos el acelerador y potencializador en el que se convirtió la pandemia para este temible pronóstico.
Lo más importante es saber que hay muchos vehículos de apoyo si es que te encuentras en una situación que pareciera insostenible para ti, las intervenciones psicológicas digitales informadas han sido una gran herramienta para dar consulta y terapia a miles de personas en el mundo, aunado a una mejor comprensión de los efectos amortiguadores en las relaciones sociales durante este confinamiento y las situaciones estresantes resultado del mismo.
La pandemia fue y es, el Covid-19 llegó para quedarse y mientras las vacunas son aplicadas y arrojan los efectos esperados, habrá que acudir al interior de nosotros mismos en búsqueda de respuestas a la mayoría de nuestras preguntas, no temamos a aquello que no ha pasado, la vida sigue y depende de nosotros desde qué perspectiva la veamos, yo definitivamente opté por verla desde el agradecimiento y me ha funcionado bastante bien.
By Federico Schuster
