Procrastinación: el peligroso arte de postergar y evitar

22.06.2022

Todo el mundo pospone las cosas a veces, pero los procrastinadores evitan crónicamente las tareas difíciles y pueden buscar distracciones deliberadamente. La procrastinación tiende a reflejar las luchas de una persona con el autocontrol. Para los procrastinadores habituales, que representan aproximadamente el 20% de la población mundial, un "no tengo ganas" pasa a tener prioridad sobre sus objetivos o responsabilidades, y puede ponerlos en una espiral descendente de emociones negativas que disuaden aún más el esfuerzo futuro.

La procrastinación también implica un grado de autoengaño: en algún nivel, los procrastinadores son conscientes de sus acciones y las consecuencias, pero cambiar sus hábitos requiere un esfuerzo aún mayor que completar la tarea que tienen por delante.

Los procrastinadores suelen ser perfeccionistas, para quienes psicológicamente puede ser más aceptable no emprender nunca un trabajo que enfrentarse a la posibilidad de no hacerlo bien, estar tan preocupados por lo que otros pensarán de ellos que arriesgan su futuro para evitar ser juzgados.

Algunos procrastinadores afirman que se desempeñan mejor bajo presión, pero si bien pueden convencerse a sí mismos de eso, investigaciones muestran que generalmente no es así; en cambio, pueden acostumbrarse al trabajo de última hora para experimentar el "shot eufórico" de haber superado aparentemente las probabilidades.

La procrastinación es impulsada por una variedad de pensamientos y hábitos, pero fundamentalmente, evitamos las tareas o las postergamos porque no creemos que disfrutaremos haciéndolas y queremos evitar sentirnos infelices, tememos que no podremos hacerlas por distintos motivos o presentimos que no las haremos bien. Las personas también pueden posponer las cosas cuando están confundidas por la complejidad de una tarea (como declarar los impuestos) o cuando están demasiado distraídas o fatigadas.

Los psicólogos han identificado varios impulsores de la procrastinación, desde la baja autoestima hasta la ansiedad pasando por la falta de estructura y la incapacidad de motivarse para completar tareas desagradables. La investigación también ha demostrado que la procrastinación está estrechamente relacionada a los pensamientos rumiantes (serie de ideas gestadas por el miedo y la preocupación a las que les damos vueltas y vueltas sin decidirnos a actuar) o la obsesión con los pensamientos negativos.

La procrastinación puede aliviar la presión en el momento, pero puede tener altos costos emocionales, físicos y prácticos. Los estudiantes que procrastinan rutinariamente tienden a obtener calificaciones más bajas, los trabajadores que procrastinan producen un trabajo de menor calidad y, en general, los procrastinadores habituales pueden experimentar un bienestar reducido en forma de insomnio o trastornos del sistema inmunológico y gastrointestinal. La procrastinación también puede poner en peligro las relaciones personales y profesionales.

Procrastinar cuando se trata de la salud (posponer el ejercicio y los chequeos, y no comprometerse con una alimentación saludable) puede conducir a un mayor riesgo de hipertensión y enfermedades cardiovasculares, los procrastinadores también son más propensos a culparse a sí mismos y a desvincularse de los consejos de bienestar, lo que sugiere que cultivar una mayor autocompasión podría ayudar a esas personas a comenzar a cuidarse mejor.

La procrastinación, la evitación y la rumiación son síntomas comunes de la depresión. Las personas con depresión pueden tener dificultades para planificar con anticipación, perder la confianza en su capacidad para seguir adelante y adoptar el pensamiento de "cuál es el punto" El enfoque de tratamiento conocido como activación conductual, en el que uno programa actividades agradables que brindan una sensación de dominio o logro, puede ayudar a aliviar algunos de estos efectos.

By Federico Schuster