Síndrome de Estocolmo: intimando con tu secuestrador
El Síndrome de Estocolmo como término fue acuñado después de un aislamiento bancario con rehenes hace ya más de 40 años.
Muchas personas están familiarizadas con este término por los numerosos casos de secuestro y rehenes de alto perfil, que generalmente involucran a mujeres, en los ha sido citado.
La aparición del término está relacionado con Patty Hearst, heredera de un periódico californiano que fue secuestrada por militantes revolucionarios en 1974. Hearst, pareció desarrollar simpatía con sus captores y posteriormente se unió a ellos en un robo para finalmente ser capturada recibiendo una sentencia en prisión.
Pero el abogado defensor de Hearst, de apellido Bailey, afirmó que a la joven de 19 años le habían "lavado el cerebro" y padecía el Síndrome de Estocolmo, término que había sido ocupado recientemente para explicar los sentimientos aparentemente irracionales de algunas personas sometidas hacia sus captores.
En tiempos más recientes, el término se aplicó en informes de medios de comunicación refiriéndose al caso Natascha Kampusch. Se informó que Kampusch, secuestrada cuando tenía 10 años por Wolfgang Priklopil y retenida en un sótano durante ocho años, lloró cuando escuchó que su captor había muerto y, posteriormente, encendió una vela en su honor mientras yacía en el depósito de cadáveres .
Si bien el término es ampliamente conocido, el incidente que llevó a su acuñación sigue siendo relativamente oscuro.
Fuera de Suecia, pocos recordarán los nombres de los trabajadores bancarios Birgitta Lundblad, Elisabeth Oldgren, Kristin Ehnmark y Sven Safstrom, el 23 de agosto de 1973 cuando los cuatro fueron tomados como rehenes en el Kreditbanken por Jan-Erik Olsson, un criminal de 32 años, a quien más tarde se unió en el banco un ex compañero de prisión y tan solo seis días después, cuando terminó el enfrentamiento, era evidente que las víctimas habían formado algún tipo de relación positiva con sus captores.

Y es que el Síndrome
de Estocolmo nació a modo de explicación, se tiene registro de que la frase fue
acuñada por el criminólogo y psiquiatra Nils Bejerot. El psiquiatra Dr.
Frank Ochberg estaba intrigado por el fenómeno y pasó a definir así, el síndrome
para el FBI y Scotland Yard en la década de 1970, en ese momento, estaba
ayudando al Grupo de Trabajo Nacional de Estados Unidos sobre Terrorismo y Desorden
a diseñar estrategias para situaciones que contemplaban rehenes, su criterio
incluía lo siguiente: "Primero la gente experimentaría algo aterrador que
les llega de la nada, están seguros de que van a morir, luego experimentan un
tipo de infantilización, donde, como un niño, no pueden comer, hablar o ir al
baño sin permiso", es entonces en donde los pequeños actos de bondad, como
recibir comida, provocan una "gratitud primitiva por que significarían
regalo de la vida", explicó.
"Los rehenes experimentan un sentimiento positivo primitivo y poderoso hacia su captor. Ellos niegan que esta sea la persona que los puso en esa situación. En su mente, piensan que esta es la persona que los va a dejar vivir".
Entonces, ¿qué sucedió en el banco de la plaza Norrmalmstorg de Estocolmo que permitió a los cautivos experimentar sentimientos positivos hacia sus captores, a pesar de temer por sus vidas?
En una entrevista en 2009 con Radio Suecia, Kristin Ehnmark explicó: "Es una especie de contexto en el que entras cuando todos tus valores y la moral que tienes, cambian de alguna manera".
Fue Ehnmark quien, según los informes, construyó la relación más sólida con Olsson. Incluso hubo informes que fueron desmentidos más tarde en donde se afirmaba que la pareja se había comprometido.
En una llamada telefónica desde la bóveda del banco al primer ministro del país, Olof Palme, Ehnmark rogó que le permitieran salir del banco con los secuestradores. Una de las demandas de Olsson había sido la entrega de un automóvil de fuga en el que planeaba escapar con los rehenes, misma demanda que las autoridades rechazaron.
Al decirle a Palme que estaba "muy decepcionada" con él, Ehnmark dijo: "Creo que estás sentado ahí jugando a las damas con nuestras vidas. Confío plenamente en Clark y el ladrón. No estoy desesperada. No nos han hecho nada. Al contrario, han sido muy amables. Pero sabes, Olof, lo que me asusta es que la policía ataque y nos mate".
El periodista estadounidense Daniel Lang entrevistó a todos los involucrados en el drama un año después para el New Yorker y dio un testimonio extenso de cómo interactuaron captores y cautivos.
Los rehenes hablaron de haber sido bien tratados por Olsson, y en ese momento parecía que creían que le debían la vida a la pareja criminal, escribió.
En una ocasión, a una claustrofóbica Elisabeth Oldgren se le permitió salir de la bóveda que se había convertido en su prisión, pero solo con una cuerda atada al cuello.
Dijo que en ese momento pensó que fue "muy amable" por parte de Olsson permitirle moverse por el piso del banco.
Safstrom dijo que incluso sintió gratitud cuando Olsson le dijo que planeaba dispararle, para demostrar que la policía entendía que hablaba en serio, pero agregó que se aseguraría de no matarlo y que primero dejaría que se emborrachara.
"Cuando nos trataba bien, podíamos pensar en él como un Dios de emergencia", continuó diciendo.
El síndrome de Estocolmo se aplica típicamente para explicar los sentimientos ambivalentes de los cautivos, pero los sentimientos de los captores también cambian.
Olsson comentó al comienzo del sitio que podría haber matado "fácilmente" a los rehenes, pero eso había cambiado con los días.
"Me enteré de que los psiquiatras que entrevisté habían omitido algo: las víctimas podrían identificarse con los agresores como afirmaban los médicos, pero las cosas no eran todas de la misma manera", escribió Lang.
"Olsson habló con dureza. 'Fue culpa de los rehenes', dijo. 'Hicieron todo lo que les dije que hicieran. Si no lo hubieran hecho, es posible que yo no estuviera aquí ahora. ¿Por qué ninguno de ellos me atacó? Hacían difícil matar. Nos hacían seguir viviendo juntos día tras día, como cabras, en esa inmundicia. No había nada que hacer más que conocernos '".
Pero aunque el síndrome de Estocolmo ha aparecido durante mucho tiempo en los cursos de negociación de rehenes de la policía, rara vez se encuentra, dice Hugh McGowan, quien pasó 35 años en el Departamento de Policía de Nueva York.
McGowan era comandante y negociador jefe del Equipo de Negociación de Rehenes, que se estableció en abril de 1973 a raíz de una serie de incidentes con rehenes que tuvieron lugar en 1972: el atraco al banco que inspiró la película Tarde de perros, un levantamiento que se produjo a un final violento en la prisión de Attica en Nueva York y la masacre en los Juegos Olímpicos de Múnich, "Sería difícil decir que existe", dice. "A veces, en el campo de la psicología, la gente busca causa y efecto cuando no existe.
"Estocolmo fue una situación única, ocurrió aproximadamente en el momento en que comenzamos a ver más situaciones de rehenes y tal vez la gente no quería llevarse algo que podríamos volver a ver".
Reconoce que el término ganó popularidad en parte debido a la unión de los campos de la psicología y lo policial, en específico, en el campo de la negociación de rehenes.
No existen criterios de diagnóstico ampliamente aceptados para identificar el síndrome, que también se conoce como vínculo de terror o vínculo de trauma y no se encuentra en ninguno de los dos manuales psiquiátricos principales, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM V y la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y problemas de salud relacionados (CIE-10).
Pero los principios subyacentes de cómo funciona pueden estar relacionados con diferentes situaciones, dicen algunos psicólogos.
"Un ejemplo clásico es la violencia doméstica, cuando alguien, normalmente una mujer, tiene un sentido de dependencia hacia su pareja y se queda con él", dice la psicóloga Jennifer Wild, psicóloga clínica consultora de la Universidad de Oxford.
"Ella puede sentir empatía en lugar de enojo. El abuso infantil es otro ejemplo, cuando los padres abusan emocional o físicamente de sus hijos, pero el niño es protector con ellos y se niega a hablar o miente al respecto".
En una entrevista de 2010 con The Guardian, Kampusch rechazó la etiqueta del Síndrome de Estocolmo y explicó que, éste, no tiene en cuenta las decisiones racionales que las personas toman en situaciones particulares.
"Me parece muy natural que te adaptes para identificarte con tu secuestrador", dice. "Sobre todo si pasas mucho tiempo con esa persona. Se trata de empatía, de comunicación. Buscar la normalidad en el marco de un delito no es un síndrome. Es una estrategia de supervivencia".
By Federico Schuster